4.23.2006

Algunas Veces y Otras También


Hace unos cuantos días, ni muchos ni pocos, sólo algunos, daba pequeños sorbos a una taza de café sentado en un concurrido local a unas cuantas cuadras de mi casa. Leía el periódico con interés; que si guerras, que si fraudes, que si promesas incumplidas y nuevas por venir. De pronto noté a una regordeta paloma negra con blanco, ni demasiado negra, ni demasiado blanca, que miraba atenta las hojas del diario que revisaba.

Al principio no puse mucha atención, hasta que la paloma un poco negra y un poco blanca, me interrumpió al pasar de hoja, pidiéndome que no lo hiciera, ya que aún no acababa de leer la nota sobre los crecientes índices de inseguridad en la ciudad. Ante mi cara de asombro la paloma ni muy joven, ni muy vieja – cosa que noté por su voz- me pidió tranquilizarme. Sí, ella habla, sí, lee el periódico, le interesan los grandes problemas de la humanidad y tiene nombre, se llama Juana.

Sin embargo, ese no era el secreto más asombroso de mi amiga Juana. Al preguntarle si varias palomas compartían sus gustos e intereses, me dijo que no, que existía una razón para que ella fuese así. Tenía vértigo, que no era mucho ni poco, sino bastante, por lo que no podía volar. Esto la obligó a vivir a nivel de suelo, lo que hizo que existiera a la altura de los humanos, observándolos y por ende, adoptando algunas de sus costumbres.

Juana y yo pasamos la tarde juntos. Fuimos al cine, la llevé a cenar a la casa y por la noche incluso me acompañó a tomar un trago al bar. Parados ahí, entre copa y copa, me confesó que sufría a diario por no poder volar. Que si bien era divertido leer el periódico y enterarse de lo que pasa en el mundo, el resto de las palomas se burlaban mucho de ella, nunca podía ir a las fiestas que hacían en los árboles y tenía que cuidarse continuamente de los pisotones humanos.

De regreso a casa yo también le conté algunos de mis temas, algunos interesantes, otros aburridos, unos nuevos y otros desgastados. Llegando a la puerta la invité a pasar, pero no quiso. Me dijo que al final del día su vida era al aire libre, aunque hoy no volara, aunque mañana tampoco lo hiciera, no perdía la esperanza.

Desde esa noche no la he vuelto a ver. A veces cuando tomo café y alguna paloma ronda el local, les hablo a ver si me contestan. Creo que la gente pensará que no soy ni poco ni muy raro, sino que soy un verdadero lunático. Da igual, tal vez un día alguna me conteste y me diga si ha visto a Juana, si ya voló, si sigue tratando, y que le diga de mi parte que a pesar de todo lo sigo intentando.

4.19.2006

Hojas Secas


El Embajador y Yo en Santiago de Chile

Hoy hago una pausa forzada. Se marcha del país mi gran, gran amigo El Embajador. Siento como si me hubieran quitado el pulmón derecho - el que aún guarda nicotina. Somos uña y mugre desde los 3 años, y ya sin contar cuántos van, puedo decir que el anecdotario se convierte en un lazo invisible y a la vez fuerte como el acero.

Mi vida, como muchas, se puede contar a partir de las despedidas. Han sido tantas, que podría acomodarlas como el cursi de Benedetti lo hace con sus soledades "como una procesión, por colores, tamaños y promesas, por época, por tacto y por sabor". Pero en el caso de este pequeño gran hombre, prefiero contar su historia más célebre, titulada: "El Alcholímetro".

Érase una tarde, en casa de este personaje, cuando después de aventarnos un round con la estufa, 2 amigos más y nosotros decidimos comernos unos platillos sumamente originales - sepa la chingada que Frankenstein habíamos preparado - apurando unas cubitas entre bocado y bocado. El caso es que como iba avanzando el tic - tac llegaba más gente, y el alcohol empezaba a ponernos un poco incorrectos. Incluso hubo uno que se quiso suicidar aventándose por la ventana. Lástima que no cupo (Es broma lo de "lástima", pero es verídico).

Haciendo el cuento corto, de ahí salimos a un tour etílico a bares, fiestas - una donde de los 12 participantes 8 éramos nosotros... todos colados - y demás. Por una cuestión larga de contar, me corté en ese momento y anduve por otros bares. Tampoco fue agradable, un amigo se peleó con su primo que le mordió un dedo y la panza. El caso es que por ahí de las 5 de la mañana, después de una infinidad de broncas, iba llegando a mi casa cuando suena el teléfono, y al contestar escucho la rasposa voz del Embajador:

"Guey, ven por mí, me agarró el alcoholímetro"

(Debo aclarar que este personaje trabajaba en la oficina comercial de la embajada de suecia. Sigo)

Después de dar un paseo horrible, llegué con otro amigo y un tipo en calidad de bulto dormido en el asiento de atrás. Bajo del coche y me dirijo al policía, que tenía a mi amigo en la puerta de "El Torito", sitio en el que guardan a los borrachos que agarran manejando y le digo:

- Poli, no sea mala onda, déjelo ir. O por lo menos no le de las 36 horas
- ¿De verdad? - Responidó el policía
- Sí, ándele, si es buen tipo - Argumenté
- Le voy a contar. Su amigo manejaba sobre Tamaulipas, y al vernos, se frenó en seco. Acto seguido, se intentó echar en reversa, cosa que no pudo hacer. Se trató de ir a la calle de la derecha, pero no se dio cuenta que había camellón. Cuando lo sacamos del coche, nos dijo que era el embajador de Suecia (Cabe mencionar que es de estatura baja, y creanme que no parece sueco). Nos dio una tarjeta de presentación (que decía "Consultor") para identificarse. Acto seguido, habló a la embajada, Relaciones Exteriores, ymarcaba al 040 para pedir el número de presidencia... Y bueno, no está por demás decirle que del .40 permitido el joven traía 1.7.

En ese momento interrumpí al oficial

- Métalo
Mientras me iba, escuchaba al resto de los teporochos reirse de mi pobre y borracho amigo. Durante la madrugada recibí dos llamadas suyas. La primera, para ver si le podía sacar un amparo. La segunda, para ver si también se lo podía sacar al nuevo amigo que había hecho en el bote.

El día siguiente fue de los más divertidos de mi vida. La hora de visita en "El Torito" fue de lo mejor. Sólo faltó una botellita de Tequila...

Cabe mencionar que ese mismo día lo habían agarrado por chupar en la vía pública, y que meses después cayó de nuevo en las manos del alcoholímetro. Esa vez también lo fui a sacar, pero esa, esa es otra historia.

4.15.2006

Guía Práctica Para Volverse Loco. Capítulo 3. Puntos de Vista

Alguna vez te lo dije y no me arrepiento. Las cosas se dicen en su momento, cuando se sienten, ¿no? Eso es lo que siempre dices. Sin embargo, cuando me acuerdo se agrieta mi pecho y las ideas se erosionan. Me quedo en blanco, así nomás, así como si no hubiera nada adelante ni atrás.

Alguna vez te lo dije y hoy que te veo emocionada, barro mis miserias y las guardo debajo de la alfombra. Me lo cuentas con tal entusiasmo que distingo entre palabra y palabra mi asuencia, y finjo compartir tu felicidad con una sonrisa forzada y una mirada despistada, que busca al guionista de esta situación para sobornarlo y rehacer la historia.

Alguna vez te lo dije porque creía que íbamos bien juntos, porque el envite no importaba y nada hacía más sentido en el mundo que quemar las naves y reir y llorar a tu lado. Lástima que no pensabas igual. Lástima que yo aún te lo diga y no me arrepienta.

4.11.2006

Guía Práctica Para Volverse Loco. Capítulo 2. Arráncame la Vida.

Al escuchar la puerta del consultorio abrirse, el hombre supo que estaba parado al borde de su presente y que no tenía más que un futuro, el que fuese, delante de él. Por su parte, el doctor se dirigió silencioso hacia su silla, tomó asiento y miró fijamente a los ojos de su paciente.

- No hay remedio. Va a morir – Dijo seco el doctor sin más explicación
- ¿Es definitivo? ¿No hay solución? – Cuestionó el enfermo, esperando un atisbo de esperanza
- No. Lo siento.
- ¿Cuánto tiempo me queda?
- No sé. Es una enfermedad muy extraña, 2 meses,10 años, tal vez más.
- Pero es muy pronto – Proseguía incrédulo el enfermo
- Así es.
- ¿Algún tratamiento a seguir?
- Ninguno. No conocemos la enfermedad lo suficiente. Pero seguro se muere.
- ¿Hay peligro de que contagie a alguien?
- No
- ¿Dolores?
- No más de los normales.
- ¿Y ahora qué hago? Ya nada será igual sabiendo que voy a morir…
- Lo entiendo
- Mi familia
- Lo entiendo
- Mi amante
- Lo entiendo
- Moriré…
- Lo entiendo
- Gracias doctor.

El hombre se puso de pie dirigiéndose hacia la puerta. Antes de salir por completo del consultorio el doctor concluyó.

- Váyase con cuidado. La ciudad está peligrosa, no le vaya a pasar algo.

4.09.2006

Guía Práctica Para Volverse Loco. Capítulo 1. Pagos Chiquitos

Él la veía. Quería que el cuarto enmudeciera, que la única voz que se oyera fuera la de sus ojos tan atentos y tan fijos y tan indefensos.

- No quiero nada más de ti. Sólo quiero que me ames - Dijo él
- ¿Quieres que te ame yo o sólo quieres ser amado, y soy la primera con la que te topas hoy? - Contestó ella
- Quiero que me ames y te ofrezco mi amor. Hoy quiero amarte a ti.
- Muy bien, si tan seguro estás, podemos negociar. No te puedo amar, porque no acostumbro hacerlo. Lo siento, así de simple. Puedes tenerme, pero eso te va a costar.
- ¿Cuánto?
- Un corazón. El tuyo de preferencia.
- ¿Sin amarme?
- Sin amarte

Sacó de su maletín una libreta y comenzó a hacer cuentas. Considerando una utilidad compuesta de atención a medias, sufrimiento y la eterna promesa inconclusa de que las cosas fueran a cambiar, era válido entrar en una historia de desencuentros que hay quien llama amor. El trato era justo.

- Muy bien, acepto.
-Déjalo sobre la mesita. Tengo que salir, no sé a qué hora vuelva - Concluyó ella.