
No recuerdo mucho de mi infancia. A decir verdad no es una etapa que guarde con especial cariño. Debo aclarar que según entiendo no hay una experiencia particularmente traumática ni telenovelezca de por medio, simplemente no me gustó mucho que digamos.
De un tiempo a la fecha esta amnesia infantil me ha preocupado, ya que siento que algo hay escondido en esa distancia que acorta mi memoria, la erosiona, la limita. He optado por preguntarle a mis padres – cada uno por separado, claro – sobre esta época: Lo que me hacía reír, a qué jugaba, por qué lloraba, que comía, mis afectos, mis aversiones. De verdad no recuerdo casi nada.
Hoy comí con mi madre y le preguntaba sobre lo que me hacía llorar. Y durante esta plática, donde por cierto descubrí que era un niño bastante chilletas, empezó a hablar de un episodio que de pronto ¡BUM!, se vino a mi mente con una claridad sorprendente.
Resulta que un día a mis tiernos 5 añitos estaba con mi madre en Coyoacán, sentados en una banca, mientras jugaba con un yo-yo que me acababa de comprar. De pronto, casi de la nada, le pregunté sobre la Muerte: “Qué pasa cuando te mueres?”. Mi madre guardó silencio, y después de unos segundos sólo pudo decir: “Nada”. “¿Y yo me voy a morir?”, “Algún día”, respondió.
Dice mi madre que lloré mucho. Por más que trataba de consolarme y decirme que aún faltaban muchos años para eso, yo no podía contener el llanto. Y a esa edad, qué más da si faltan 3 semanas o 70 años. Esa dimensión no existe para un niño tan chico. Al final del día te están diciendo que tu vida tiene fecha de caducidad, que cada minuto que pasaba era uno menos del total. Seguro que en aquel momento yo pensaba que en cualquier momento me ponía tieso, y adiós a Nadal para siempre. Lo bueno es que de niño se te pasa rápido y al rato seguro andaba correteando palomas alrededor de la fuente.
Tal vez en algún momento me vaya acordando de más momentos de mi infancia en los que me iba cuenta de cuan cruda puede ser la vida. Ojalá me acuerde de más en los que descubrí cosas buenas, en los que me reí, en los que me divertí, que seguro hay varios, nomás es cosa de rascarle.