2.24.2006

Y a jugar se ha dicho

Cada paso que daba aceleraba mi ritmo cardiaco; su olor se colaba por mis poros, abiertos, que eran puerta del sudor que se mezclaría con el suyo en segundos. Al tenerla a mi lado, escuchar su respiración confundiéndose con la mía, sincronizándose, mimándose, cerré los ojos por un segundo y….

Interrupción del Sueño:

Clítorix, heroína de las mujeres insatisfechas se acercó a mi oído y con la voz más seductora que he escuchado me pidió, o mejor dicho, me exigió que dejara atrás mis necesidades y que diera total placer a la mujer del sueño; sujetarme a los estímulos adecuados para llevar a la desconocida al mejor orgasmo del que fuera capaz, sin pensar ni por un segundo en mí.

Abrumado por la inesperada presencia de la heroína, asentí a sus peticiones sin oponer resistencia alguna. Cuando me decidía a regresar a mi otra parte de sueño, se presentó Falox, caballero machín de los sueños eróticos, quien en un tono arrancherado aseveró de forma textual:

“No peles a esta vieja, seguro es lesbiana. Mira, lo que tienes que hacer es demostrarle quién manda, quién es el campeón, que sienta el power. Tú dale duro, y si te acuerdas, un par de nalgaditas. ¡A jugar!”

Al escuchar esto Clítoris estalló en cólera y sin aviso alguno soltó un pisotón a Falox, que créanme que le dolió. Éste, al recobrar la vertical, dio un cabezazo a la heroína que la dejó inconciente. Conforme la batalla iba entrando en calor, los super héroes luchaban cuerpo a cuerpo, y al hacerlo, dejaba de tener tintes de batalla. Más bien parecía….

Regreso al Sueño:

Su boca iba susurrando palabras entrecortadas en mi oído. Yo me acercaba fuertemente, recorriéndola completa, perdiéndome e invitándola a que se perdiera en esos dos cuerpos que a momentos parecían sólo uno. Poco a poco las ropas desaparecieron, y cuando ella se recostó dispuesta a dejarme conducir el resto del trayecto, escuché….

- Piensa en ella – reclamaba Clítoris
- Tú a lo tuyo – decía Falxo
- No le hagas caso – continuaba ella
- ¿Quién te conoce mejor que yo, hermano? – aseguraba él

Y mientras la discusión seguía, mi concentración entorpecía; mi cabeza aturdida ante la indecisión, los reclamos, los estímulos. Ella me veía incrédula ante mi inactividad, misma que se prolongó, en el más amplio de los sentidos…