Balada de la calaberita
Mi nombre es Leonardo Acevedo y he dejado de buscar la mejor forma de morir. Durante años viví fascinado por este tema, pues creo que es fundamental para cualquier ser humano; si bien es cierto que no podemos controlar la forma en la que llegamos a este mundo, podemos influir en la manera de dejarlo. Una vida anodina e intrascendente puede tener un verdadero colofón si salimos de escena de forma adecuada.
Desde que era adolescente le preguntaba a mis amigos sobre la forma en la que querían morir. Generalmente pensaban que estaba loco, que era un tema que no debía tocar. Sin embargo, siempre supe que a Pedro le hubiera gustado perecer en un auto de carreras, y que a Julia le hubiera encantado dejar este mundo a la mitad de un acto sado. Nunca me lo dijeron abiertamente, pero lo sabía.
Cuando me casé mis mayores discusiones fueron causadas por este tema. Mi esposa creía que era una verdadera irresponsabilidad de mi parte pensar en mi deceso de forma tan recurrente. Ella no entendía que disfrutaba enormemente jugar con el perro, alimentar a mis hijos y pasearla– en ese orden – y que realmente no quería dejar el mundo. Simplemente me interesaba ser cuidadoso con esa elección.
Dentro de mis ideas favoritas estaban la de morir salvando a alguien de un asalto o de un incendio. Siempre tiré más al lado heroico. Complejos de la infancia, supongo. Siempre evadí algunos lugares comunes, como morir en un accidente automovilístico o en un acto sexual. Compadecía a la pareja en turno. Tampoco quise tirarme de un edificio. Miedo a las alturas. Pensaba que la forma más digna de morir era salvando la vida de otra persona. De esa forma mi muerte sería recordada, y parte de mi historia la llevaría el sobreviviente. Intercambiar mi vida por la inmortalidad.
Desafortunadamente morí de un infarto en un banco. Una muerte miserable. Di un espectáculo a un montón de individuos con dinero en la mente, y que lo único que se llevaron fue una anécdota para contar durante la cena. Ahora estoy estrenando mi nuevo traje de madera y voy en no sé qué, destino a no sé donde. Si llego a tener otra vida, no me preocuparé únicamente por la forma de morir. Creo que el momento también importa.
Desde que era adolescente le preguntaba a mis amigos sobre la forma en la que querían morir. Generalmente pensaban que estaba loco, que era un tema que no debía tocar. Sin embargo, siempre supe que a Pedro le hubiera gustado perecer en un auto de carreras, y que a Julia le hubiera encantado dejar este mundo a la mitad de un acto sado. Nunca me lo dijeron abiertamente, pero lo sabía.
Cuando me casé mis mayores discusiones fueron causadas por este tema. Mi esposa creía que era una verdadera irresponsabilidad de mi parte pensar en mi deceso de forma tan recurrente. Ella no entendía que disfrutaba enormemente jugar con el perro, alimentar a mis hijos y pasearla– en ese orden – y que realmente no quería dejar el mundo. Simplemente me interesaba ser cuidadoso con esa elección.
Dentro de mis ideas favoritas estaban la de morir salvando a alguien de un asalto o de un incendio. Siempre tiré más al lado heroico. Complejos de la infancia, supongo. Siempre evadí algunos lugares comunes, como morir en un accidente automovilístico o en un acto sexual. Compadecía a la pareja en turno. Tampoco quise tirarme de un edificio. Miedo a las alturas. Pensaba que la forma más digna de morir era salvando la vida de otra persona. De esa forma mi muerte sería recordada, y parte de mi historia la llevaría el sobreviviente. Intercambiar mi vida por la inmortalidad.
Desafortunadamente morí de un infarto en un banco. Una muerte miserable. Di un espectáculo a un montón de individuos con dinero en la mente, y que lo único que se llevaron fue una anécdota para contar durante la cena. Ahora estoy estrenando mi nuevo traje de madera y voy en no sé qué, destino a no sé donde. Si llego a tener otra vida, no me preocuparé únicamente por la forma de morir. Creo que el momento también importa.
7 Comments:
Uy Nadal, si todos pudiéramos decidir la manera de morirnos no habría tanta mierda. No habrían acuchillados, ahorcados... vamos, no habría humano que fuera cruelmente despojado de su vida (que es lo único que, según nosotros mismo, poseemos).
Yo elegiría morir teniendo sexo o bebiendo algo que me acompañara a dormir eternamente. Sí, soy hedonista.
Yo aún no me decido... Pero sé que no tendría que ver con alturas ni fuego. Creo que en el agua... como se interprete esto... Saludos Remedios.
"Morir no es el problema, vivir si lo es, solo mueres en unos minutos o meses, pero vivir es mas que eso, son cosas comunes, corrientes y especiales, dia tras dia, año tras año, y morir forma parte de eso."
Pdta: Nadie es recordado mas alla de 3 generaciones siguientes, y con cuea.. solo seras recordado si durante tu "vida" realizas cosas para recordar por siglos. Estas ya sean buenas o malas.... si no solo es un monton de huesos mas a la tierra...... Humildemente.. BB.
Me gustan tus historias.
... pero me gustaría, desearía, ver a cómo se escapan y a dónde van esos 21 gramos, por curiosidad.
Brujita,
Tienes toda la razón. Es mucho más difícil vivir. Sin embargo, el que no haya pensado en su forma de morir, miente.
Sinmás,
Los 21 gramos me interesan sobremanera. Sería también interesante poder decidir sobre el destino de ese peso de más.
Mi favorito, definitivo.
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